del salón al salario

Llega ese momento del semestre donde debemos reducir las experiencias a números.

Como profesor me encuentro en el proceso de dar y recibir calificaciones. Genera estrés traducir todo el esfuerzo y crecimiento (de profesores y estudiantres) a simples cifras, y siempre se siente como un momento duro de confrontación con la realidad.

Al final, esto es solo un entrenamiento para otras formas de reducir una experiencia compleja a números - la más notable sería el salario o el dinero en el banco.

Igual que un trabajo bien hecho no siempre se traduce en un salario justo, cabe preguntarse: ¿a quién le sirve que todo quede invisibilizado tras los números?

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