emociones científicas

Ahora me parece frecuente encontrar artículos que mencionan la "alegría de hacer ciencia" o el "disfrute de hacer ciencia" como la expresión más alta, profunda y evolucionada de la vida científica (un ejemplo reciente es https://www.cell.com/news-do/50-inspiring-scientists-manu-prakash).

La paradoja, desde mi punto de vista, es que mientras se celebra la alegría como el pináculo de la vida científica, en la carrera de formación del científico las emociones apenas se toman en cuenta como parte del trabajo.

Por supuesto, es imposible separar las emociones del trabajo científico; me refiero a que en nuestra etapa de formación se nos aleja de entrenarnos en reconocerlas y darles nombre. No se considera como algo importante. Este tipo de formación básica emocional está ausente en todos los currículos de formación universitaria que he conocido.

Ahora, en mi labor científica actual, no solamente intento identificar los momentos en los que me siento "bien" o "mal". Procuro dar atención e identificar aquellos momentos donde me siento culpable, desesperado, ansioso, inseguro, sumiso, rechazado, decepcionado, optimista, asombrado, valiente, aceptado, curioso o entusiasmado.

Darle un nombre más detallado a mis emociones ha coincidido con salir de un punto de estancamiento en el que me encontraba hace un tiempo. También creo que mi práctica científica ha cambiado en la manera en que colaboro con estudiantes y otros colegas, en mi forma de atravesar los momentos de incertidumbre y en cómo experimento la "recolección" del fruto de un largo trabajo.

Quizá sea momento de que la formación científica evolucione para que incluyamos no solo la celebración de la alegría de hacer ciencia, sino también el reconocimiento explícito y la comprensión de todo el espectro emocional que acompaña esta labor.

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